_ Vamos confiesa! Todas las pruebas apuntan en tu contra. Dinos lo que hiciste Maldito!
_ Yo no hice nada.
_ Dinos que paso.
_ La primera víctima la secuestro a la salida del supermercado.
_ La secuestraste a la salida del supermercado.
_ Yo no fui.
_ Te crees un maldito psíquico?
_ Calma detective Sniders. Dijo el Fiscal.
_ La segunda víctima la secuestro a la salida de su trabajo.
_ Basta con esta cosa de hablar en tercera persona. Dijo Sniders.
_ No te preocupes Sniders, tenemos suficientes pruebas para enviarlo a la silla. Dijo el Fiscal.
Un mes después...
_ Cuales son tus últimas palabras antes que bajen el interruptor. Dijo Sniders.
_ Solo lo que veo. Y lo que veo es una mujer a la salida de un pub, el Black Bird. El se la lleva. Luego la deja sin vida en el estero.
_ Maldito! Dijo Sniders.
En ese momento se realiza la ejecución y el sospechoso muere en la silla eléctrica.
_ Te lo merecías. Dijo Sniders.
De pronto entra otro oficial.
_ Detective! detective! han encontrado otro cuerpo lleva una pulsera del pub Black Bird, tiene una data de muerte de un par de horas.
_ No me diga que lo encontraron en el estero.
_ Si, como lo sabe?
_ Parece que teníamos a la persona incorrecta. Dijo Sniders.
_ Eso no es posible, estuvo en cada uno de los lugares y sabía todos los detalles de las muertes. Dijo el Fiscal.
_ Y si decía la verdad? Y realmente era un psíquico que solo estaba tratando de salvar a las víctimas?
_ Ay, Sniders que te pasa. Debe tener un cómplice... Dijo el Fiscal.
La navaja llegó envuelta en una caja de madera pulida, con un grabado en espiral en la tapa y el nombre de su remitente tallado en letras que parecían bailar al ritmo de otra época: “Marek”. Aren, quien hasta entonces había sido conocido por su torpeza en todo lo que implicara precisión, sosten&iacu...
En el Medio Oriente, Aiko, una ingeniera aérea, descubre un espejo de jade con grandes poderes celestiales. Junto a Hiroshi, enfrenta una lucha de poderes. Despertando a los dioses mecánicos para restaurar la armonía, forjando un equilibrio en el cielo metal y la tierra seda.
Y se hizo uno con su entorno.
El bisturí atravesó mis tejidos hasta desgarrarme el abdomen. Palparon mi intestino grueso. En las manos de mis torturadores parecía un gusano. Indefenso, oprimieron mi órgano con múltiples tenazas, y utilizaron los alicates para estrujar cada milímetro de intestino...
