Voces En Thalo Prime
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El frío del planeta Thalo Prime no era solo físico; era un silencio que perforaba los huesos, un vacío donde cada sonido parecía multiplicarse. Lilian caminaba por los pasillos helados del antiguo complejo de la colonia, sintiendo cómo la escarcha se adhería a su piel y cómo, en el silencio absoluto, surgían voces que nadie más escuchaba. Susurros que provenían de paredes que no podían sostenerlos, palabras incompletas que evocaban recuerdos que no eran suyos. Al principio pensó que la mente le hacía juegos. Pero los murmullos se intensificaron, resonando como si los habitantes del lugar, perfectos congelados, todavía existieran entre mundos. La colonia había alcanzado la inmortalidad, un don que había corroído sus cuerpos y sus almas. Sus ojos brillaban con una luz inhumana y sus pasos eran demasiado silenciosos para ser naturales. Parecían rozarla sin tocarla, sus manos invisibles extendidas hacia ella desde una dimensión donde la muerte no tenía lugar. Lilian comprendió que la inmortalidad no era un regalo, sino un precio pagado en humanidad. Cada susurro le recordaba fragmentos de su propia vida, distorsionados, transformados en advertencias. Desde la lejana base Dalfa, intentaban rescatarla, pero las comunicaciones eran intermitentes, interferidas por una energía intangible que parecía provenir del corazón de Thalo Prime. Cada intento de contacto les devolvía ecos de gritos, risas y lamentos entrelazados.
Cuando Lilian se detuvo frente al umbral de la cámara central, las voces sonaron como un coro fantasmal que la llamaba, prometiéndole la eternidad a cambio de abandonar su humanidad. Y por un instante, mientras la nieve danzaba en círculos, Lilian temió que si cruzaba ese umbral, jamás regresaría.
En Thalo Prime, la inmortalidad era un eco que susurraba desde más allá del mundo visible, y nadie podía ignorarlo.