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Tras siglos dormidos, los Guardianes Eternos despertaron bajo las ruinas ardientes. Sus ojos, rojos como soles moribundos, juzgaron a la humanidad. Tharuk alzó su hacha, pero la máquina no sangraba. Zerthon, la mente detrás del metal, susurró en sus pensamientos: “El orden debe ser restaurado”. Y las ciuda...