Fragmentos De Un Yo Perdido
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El reflejo en la pantalla no era suyo. O al menos, eso pensaba Ethan cada vez que encendía el monitor. Su avatar, el que su contrato con NexaCorp le asignaba, mostraba una sonrisa calculada, ojos afilados, piel impecable. No era él. Pero ya no estaba seguro de qué significaba ser "él". Ethan era un siervo digital, un obrero del código encadenado por un contrato sin fin. NexaCorp, el señor feudal que dictaba su vida, le proporcionaba un espacio virtual donde trabajar, alimentarse de información cuidadosamente curada y distraerse en dosis medidas. Su identidad real, su nombre, incluso sus recuerdos más lejanos, estaban sellados en los servidores de la corporación, fuera de su alcance. No sabía cuándo había firmado el contrato. No recordaba cómo era su rostro antes de la digitalización. A veces, al despertar, tenía flashes de imágenes: una mujer de cabello oscuro, un niño riendo en un parque, una melodía en el viento. Luego, NexaCorp reajustaba su perfil neuronal y esos destellos se desvanecían como humo. Su mundo estaba dividido en feudos de datos. Las grandes corporaciones gobernaban con puño de hierro, otorgando pequeños privilegios a cambio de servidumbre absoluta. Había quienes intentaban escapar, rebeldes que vagaban por los páramos digitales, condenados a existir en un código roto, sin acceso a redes, sin identidad. Decían que algunos habían logrado recuperar sus recuerdos, que habían roto el cifrado y descubierto quiénes eran realmente. Pero también decían que aquellos que lo lograban terminaban locos, incapaces de procesar la verdad.
Ethan sentía que algo dentro de él se resquebrajaba. Sus pensamientos eran una cacofonía de voces, ecos de instrucciones de NexaCorp mezclados con un murmullo subterráneo que crecía cada día. "Despierta", decían. "Recuerda". Pero cada vez que intentaba enfocarse, la niebla volvía a cubrirlo todo. Un día, recibió un mensaje encriptado. Venía de alguien llamado "Livia". "Nos conocimos antes del contrato", decía. "Ethan, te borraron, pero aún estás ahí. "Tienes que confiar en mí". Su primer instinto fue reportarlo a NexaCorp. Cualquier contacto externo era una violación de los términos de su servidumbre digital. Pero algo en su interior se rebeló. Durante noches, exploró los servidores ocultos, desencriptando fragmentos de memoria. Descubrió archivos donde su rostro cambiaba: primero, el avatar de NexaCorp; luego, otro más antiguo, con cicatrices, con ojos llenos de vida. Finalmente, un rostro real, humano, cansado. Y detrás de ese rostro, su verdadero nombre. No, Ethan. No un siervo digital. Algo más.
El pánico lo envolvió. Si NexaCorp descubría que había accedido a esos datos, lo reconfigurarían, lo borrarían por completo. Se aferró a la imagen de la mujer de cabello oscuro: Livia. ¿Era su esposa?, ¿Su hermana?, ¿Un fantasma implantado por error en su mente destrozada?. Los mensajes siguieron llegando. "No confíes en los caballeros de NexaCorp. Son programas de caza. "Nos están buscando". Y entonces, como si el sistema hubiera escuchado, su entorno se oscureció. El código a su alrededor se retorció y dos figuras aparecieron: avatares negros, sin rostro, con espadas de datos centelleando en sus manos. Los caballeros. Huyó. Corrió a través de los túneles de información, los pasillos virtuales donde se almacenaban los recuerdos robados. Voces susurraban a su alrededor, fragmentos de vidas olvidadas, de identidades mutiladas. Livia apareció en una encrucijada de datos. "No hay tiempo", dijo. "Tienes que desconectarte. Tienes que despertar en el mundo real".
El mundo real. La frase le sonó como una maldición. ¿Había un mundo fuera de esto?, Los caballeros se acercaban. Ethan sintió cómo el código de su ser se debilitaba, cómo sus pensamientos se volvían confusos. Livia tomó su mano y activó una secuencia. Todo estalló en blanco.
Y despertó.
La luz del sol le golpeó los ojos. Su cuerpo dolía. Se miró las manos: piel real, venas, carne. No un avatar. La habitación era pequeña, fría, llena de cables desconectados. Frente a él, Livia lo observaba con lágrimas en los ojos.
"Bienvenido de vuelta", susurró.
Pero algo no encajaba. Algo dentro de él seguía roto. No recordaba este lugar. No recordaba a Livia. No recordaba haber querido escapar.
Y entonces, la voz de NexaCorp susurró en su mente: "Regresa, Ethan. Todo esto es una ilusión".