En la luna marciana de Fobos, Vera Salas tocó el corazón de algo dormido. La señal no pedía auxilio: advertía. Ruinas vivas soñaban con semillas capaces de rehacer mundos... o destruirlos. Guardianes surgieron; no atacaron: protegían. Vera ofreció su mente al código alienígena...
En el corazón del silencio esférico, donde ninguna señal podía escapar y donde incluso la radiación de los quásares era devorada por una quietud imposible, la humanidad había abierto una herida en su propio destino. Allí, suspend...
París colapsó cuando el dios mentira emergió del código. Era un caos. “Los Niños del Caos” lucharon sin saber si era real o ilusión. Cortaron el servidor, restauraron la red… pero el dios no murió. Sólo cambió de máscara. En este mundo, todo es simulacro.