La Navaja Y El Tiempo

star star star star star

La navaja llegó envuelta en una caja de madera pulida, con un grabado en espiral en la tapa y el nombre de su remitente tallado en letras que parecían bailar al ritmo de otra época: “Marek”. Aren, quien hasta entonces había sido conocido por su torpeza en todo lo que implicara precisión, sostenía el estuche como si fuese un artefacto sagrado.

Aquel día, el joven aprendiz no comprendía aún el valor simbólico de una navaja. No era para cortar pan, ni cuerda, ni siquiera para defenderse. Marek le había dicho una vez que las herramientas más sencillas eran, en realidad, las más complejas. "Con una piedra puedes hacer un muro o aplastar un cráneo. Con una navaja puedes afeitar el pasado". Aren trabajaba en un taller dentro de una cúpula de vidrio en medio del desierto. Ahí, los Arquitectos del Tiempo diseñaban los mecanismos que contenían las eras, las bisagras del devenir. Pero los instrumentos eran escasos, y aún más escasos los aprendices dignos de empuñarlos. La navaja era una excepción. Forjada con metal de una época sin nombre, servía para tallar sobre la superficie invisible del tiempo. Una incisión bien hecha podía restaurar una línea temporal desviada. Un mal corte, sin embargo, traía colapsos.

El primer encargo de Aren fue sencillo: corregir una bifurcación en la historia de un pequeño reino que, por accidente, había descubierto la electricidad tres siglos antes de lo previsto. Bastaba con encontrar el momento exacto en que un sabio tropezaba sobre una piedra y decidir si tropezaba o no. Aren se agachó, trazó una línea con la navaja, y todo se reacomodó con el sonido de un suspiro. Desde entonces, la navaja no abandonó su bolsillo. Era más una extensión de su conciencia que una herramienta. Al cortar, sentía la vibración del pasado. Al girar el filo, el presente se tensaba como un hilo. El futuro, sin embargo, era lo que más lo inquietaba. Nunca había usado la navaja para tallar en el porvenir. Marek le había advertido que eso estaba prohibido.

Pero llegó el día.

La grieta apareció al pie de la Gran Torre. No era visible para los ojos comunes, pero la navaja la sentía. Vibraba, se calentaba, susurraba. Aren comprendió que algo intentaba salir, y que el tejido del tiempo comenzaba a deshilacharse.

Marek, envejecido y resignado, le entregó el mapa que mostraba las fisuras. "Es la obra de Vektus. Lo encerramos, sí, pero sus fragmentos viven en cada era que quiso reescribir. Tendrás que ir, cortar, corregir. No con fuerza, sino con elegancia. Con la precisión de un cirujano". Y así lo hizo. Aren viajó a una ciudad donde la Revolución Industrial comenzó dos siglos antes, creando una humanidad agotada por el carbón. Con la navaja, cortó una sola conversación entre dos inventores. El humo del futuro se disipó.

En otra era, un dictador del siglo XX vivía aún en 2021 gracias a una anomalía. Aren talló su tumba en el lugar correcto del tiempo, y el mundo respiró aliviado.

Pero cada corte le dejaba una cicatriz. No en el cuerpo, sino en la mente. Aren comenzó a olvidar palabras comunes. Después rostros. Al final, olvidó su propio nombre. Solo recordaba la sensación del mango de cuero de la navaja y el vértigo de estar siempre entre tiempos.

Lira, la historiadora, lo encontró una mañana en una ciudad sin fecha. No había calendarios, ni relojes. Solo un cielo que cambiaba de color sin aviso. Él estaba allí, tallando una línea invisible sobre el suelo con la navaja.

—“Aren” —dijo ella.

—“No” —respondió. —“Yo soy solo la mano que corrige”.

Ella comprendió que él ya no era un hombre. Era una herramienta más. Un bisturí en manos del Tiempo.

El enfrentamiento final con Vektus no fue una batalla, sino una cirugía. En lo más alto de la Torre, en un cuarto donde los relojes sangraban y el suelo era de arena que caía hacia arriba, Aren encontró la esencia del traidor suspendida en una burbuja.

—“¿Aún crees que cortando el tiempo puedes evitarme?” —preguntó Vektus.

—No. Pero puedo hacer que nunca hayas existido.

La navaja no brilló. No hubo destello. Solo un trazo, limpio y curvo, como una letra en una lengua olvidada. Vektus se disolvió como un sueño mal recordado. Aren cayó. No físicamente, sino fuera del tiempo. Quedó entre momentos, sin pasado ni futuro. Nadie volvió a verlo. Pero en el taller, la navaja apareció cada mañana sobre el banco de trabajo, limpia, afilada, esperando. Lira escribió su historia. No como una epopeya, sino como manual. Cada capítulo era una instrucción. Cada línea, un filo.

En la última página, escribió:

"La navaja es memoria. Es herramienta. Es alma. En el trabajo, en el hogar, en el tiempo mismo, corta lo innecesario. Guarda lo esencial".

Y luego cerró el libro. Porque el Tiempo, como toda obra humana, también necesita de quien sepa cortar a tiempo.

Si que gustan los relatos compartelos, así ayudarás a los escritores a darse a conocer. Gracias. Postpad.net

Últimos Relatos

story-paragraph

En el Medio Oriente, Aiko, una ingeniera aérea, descubre un espejo de jade con grandes poderes celestiales. Junto a Hiroshi, enfrenta una lucha de poderes. Despertando a los dioses mecánicos para restaurar la armonía, forjando un equilibrio en el cielo metal y la tierra seda.

 

story-paragraph

Y se hizo uno con su entorno.

El bisturí atravesó mis tejidos hasta desgarrarme el abdomen. Palparon mi intestino grueso. En las manos de mis torturadores parecía un gusano.  Indefenso, oprimieron mi órgano con múltiples tenazas, y utilizaron los alicates para estrujar cada milímetro de intestino...

story-paragraph

Escúchame Silvia, te he traído hasta aquí por una razón. Aunque estés atada y amordazada, debes confiar en mí, por eso somos amigas. No te preocupes corazón, estoy aquí, contigo —beso tus mofletes—. Mira mis ojos, respira; acuérdate de cómo jugábamos juntas ...