El Umbral Vacío

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El año 2230 trajo consigo los vientos fríos de la decadencia. Las estaciones de escucha en los confines de Marte fueron cerradas una tras otra, abandonadas al polvo rojo y al olvido. Una de ellas, la Estación Delta 7, también conocida como la "Casa de los Ecos", permanecía aún activa por razones que nadie entendía completamente. Allí, en lo más alto del macizo de Tharsis, vivía un hombre solitario: Joren Mallik, un jubilado cartógrafo de frecuencias, cuyos oídos afinados habían detectado ecos en los anillos de Saturno antes de que se confirmara su existencia. Mallik, ahora viejo y olvidado, cuidaba la estación con su devoción ritual. Todas las noches, al caer el sol, sintonizaba las antenas hacia las constelaciones muertas y escuchaba. Lo que oía no eran señales, sino murmullos. Fragmentos. Voces que no tenían lengua, ni cuerpo reconocible. Con esfuerzo, pudieron traducir lo siguiente: "la arquitectura del sueño".

Un día, una nave negra como la obsidiana aterrizó junto a la estación. De su interior salió una mujer vestida con un traje de presión azul cobalto, con un rostro demasiado simétrico para ser natural. Su nombre era Velka Tharn, tecnómata del Consorcio Heliconia.

—“He venido por los ecos, Sr. Mallik” —dijo sin preámbulos—. “Su estación ha estado transmitiendo en una banda prohibida”.

Mallik no se sorprendía fácilmente, pero el hecho de que alguien pudiera captar esas transmisiones lo perturbó. Intentó advertirle:

—“Lo que escucha aquí no es humano. Ni máquina. Es anterior a las dos cosas”.

Velka no le creyó. Y por eso se quedó. Durante siete días y siete noches, analizaron juntos.

La transmisión no venía del espacio profundo, sino de debajo de la estación. Una frecuencia tan antigua que no usaba palabras, sino geometrías sonoras. Fue Velka quien lo decodificó: un pulso que al reorganizarse formaba una frase recurrente:

"NO ESTÁN SOLOS"

Y entonces comenzaron los sueños. Primero, Velka. Luego, Mallik. Ambos soñaban con una habitación sin límites, iluminada por un sol negro. En el centro flotaba una estructura hecha de líneas curvas girando en espiral: el Umbral Vacío. Los sueños se volvieron visiones, y las visiones alucinaciones. Velka hablaba en lenguas imposibles. Mallik comenzó a sangrar por los oídos. Descubrieron que las entidades que emitían la señal no eran seres como los conocemos, sino formas de conciencia bidimensionales, atrapadas en una fisura del continuo espacio-tiempo. Los antiguos habitantes de Marte no habían desaparecido. Habían sido convertidos en Espiras de Pensamiento, encarceladas por su intento de reescribir las leyes de la percepción.

El mensaje se propagó. Las estaciones olvidadas de la Luna, Europa y Ganímedes empezaron a repetir la frase.

"NO ESTÁN SOLOS"

La Tierra no tardó en notarlo. El Consorcio Heliconia envió unidades de contención. Velka y Mallik fueron declarados comprometidos. Pero era demasiado tarde. La realidad en torno a Delta 7 comenzó a doblarse. Las paredes se curvaban. Las sombras se proyectaban sin luz.

Y en el corazón de la estación, el Umbral Vacío empezó a girar.

Mallik murió sonriendo, afirmando haber visto el origen de todas las mentes. Velka cruzó el umbral, convirtiéndose en una espira consciente, narradora de los sueños de los mundos muertos. La Estación Delta 7 fue tragada por un pliegue dimensional. Pero en ciertos dispositivos olvidados, radios de corto alcance y grabadoras analógicas, en noches de tormenta, puede captarse todavía la frase, susurrada como una oración invertida:

"No están solos…No están solos…No están solos".

Y si alguien la escucha, el sueño empieza de nuevo.

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