Rapport Hugo

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Dedicado a Manuel Ortiz,

Quien me ayudo hacer posible esta historia.

 

I

Cuando Anya pedregal entro a la sala de su consultorio se percató que hoy su nuevo paciente traería posiblemente un problema no solo en el sentido medico si no para ella misma. Algo en su interior -antiguo y fundamental- le decía que tal vez no sería buena idea atender al sujeto mal vestido, sucio y con aspecto de drogadicto. Pensó cómicamente que tal vez lo estaba cuestionando mal y solo era un poeta o filosofo universitario que apenas había salido de la carrera.

- ¿Señor Hugo? – le pregunto Anya al único ser de la sala que era su paciente.

- Presente… digo, aquí –se paró de golpe y se limpió la suciedad en exceso que tenía su pantalón negro (si es que era negro)- por favor, no me llame señor. No soy tan viejo, además. El señor Hugo era mi padre. mejor llámeme Hug.

- Muy bien Hug, tu mandas aquí. por favor –se acercó a él evitando no hacer arcadas por el olor que transmitían las prendas y la higiene personal del chico – pasa por favor. Parece ser que seremos tu y yo este día.

- Gracias.

Cuando paso Hug cerró la puerta con cuidado, como si estuviera a punto de encerrarse con un león en el circo o una bestia desconocida. Pero ¿no es acaso eso lo que se enfrentan los psicólogos como ella cada día cuando alguien con problemas es mandado a un consultorio? Y mucho más, si la paciente tenia aspecto de tener una vida nada agradable. O tal vez no. eso sería caer en suposiciones y en la teoría del criminólogo italiano Cesar Lombroso que dice:

“Un delito es el resultado de los impulsos o tendencias innatas de una persona y que pueden observarse ciertos rasgos físicos en los delincuentes habituales”.

Anya sonrió y saliendo de sus pensamientos estudiantiles que le enseñaron en su curso de la universidad sobre la materia de criminología, por qué. ella deseaba ella estudiar las mentes de los criminales más sádicos y despiadados del país. Pero prefirió quedarse en un centro psicológico debajo de un puente que el gobierno y la fiscalía de la ciudad les daba a los psicólogos para atender ex cuerpos de la policía –pensionados- y sus familiares junto uno que otro individuo con tornillos de menos que requiera ayuda. Como era el caso de Hugo, que no parecía poseer la mejor de las rachas desde hace rato por lo que sus rasgos y mensajes físicos transmitían, lo ocultaba todo con una amabilidad que ella ya había visto en miles de personas que iban y venían en su consultorio. Para que en unos momentos después rompan a llorar como magdalenas.

 

Observo ella como el joven se acostaba en su diván como si esto fuera cosa de siempre. Como un paciente de medico dentista que se sienta y pone todo listo para su consulta, incluso antes que llegue el doctor.

  • Muy bien Hug, veo que no es tu primera vez en una cita con el psicólogo. ¿has estado antes con un psicólogo?
  • Si – me volteo a ver con una sonrisa forzada- varias veces incluso he ido y me han mandado a un psiquiatra desde que tengo 15 años.
  • ¿Por qué te han mandado?, ¿buscas tu resolver un problema? – curiosa la psicóloga se sentó alado de Hugo y empezó a notar todo en su libreta que ya estaba lista en su asiento para ser entintada. - ¿Cuál es el problema que te trae aquí?

Hugo no responde. Mira el techo hipnotizado y respira hondamente para seguir sonriendo, era obvio que le incomodaba responder de momento esa preguntando.

  • Yo tengo entendido que los psicólogos empiezan con el nombre ¿o no? como diría mi tío Rasputín. “se dice el pecado antes de la penitencia”

Anya sonrió y le respondió que tenía razón, al mismo tiempo en el que escribía en su libreta:

“responder con agresividad y con otra respuesta. Prefiere evadir el problema”

 

II

  • ¿Cómo te llamas?
  • Hugo Acosta del monte Ruiz.
  • ¿Cuántos años tienes Hugo?
  • 29.

Anya anotaba cada una de sus respuestas con la rapidez con las cuales hacia la siguiente pregunta.

  • ¿Cuál es tu color favorito?
  • Rojo.
  • ¿consumes drogas?
  • No, no las necesito.

“y creo que ellas no te necesiten Hugo”

 Pensó ella para si misma mientras seguía escribiendo.

  • ¿Qué es lo que te trae aquí?

No hubo respuesta.

  • ¿cuál es tu mayor deseo?

otra vez nada. solo silencio por parte de Hugo.

  • Hug, no podemos seguir si no respondes las preguntas. ¿es acaso que eso te causa conflictos?

Hugo la volteo a ver sin emoción alguna y volvió su mirada al techo blanco recién pintado.

  • No me siento cómodo de momento contestando esas preguntas.
  • ¿Cómo te hace sentir eso?
  • Enfermo, inseguro. No es el momento. Las cosas no deben adelantarse doctora.

Anya lo observo con seriedad. Analizo lo que había respondido Hugo y después de un rato siguió con las preguntas.

En su mayoría, Hugo las evitaba o no respondía. Mientras las otras lo hacía con ánimo y rapidez.

 

III

Anya se encontraba algo frustrada. La mayoría de las preguntas generales y principales del Rapport. – Del francés que significa “establecer conexión con”- No había generado los resultados previsto o pensados tener en la primera cita médica. No era la primera vez y claro que no sería la última en la que una de las personas que cruzan esa puerta no colaboraban al inicio. Pero tal vez. El tiempo lo resolvería… o tal vez no. A veces uno como paciente necesita encontrar al psicólogo adecuado y con el cual se encuentre más cómodo haciéndolo. Tal vez ella no era el caso de Hugo. Fuera por su género o por algo que le dé pena decirlo sería una de las causantes. Todo esto es cosa de esperar y ver cómo van los avances del joven.

  • ¿Qué piensas Hugo?

Volteo a ver a Anya y le dijo con voz quebrada.

  • Cuando mis tías me violaron.
  • ¿te gustaría hablar de eso? –anoto rápidamente en su libreta.
  • No, creo que aún no es tiempo.
  • ¿Qué es el tiempo para ti Hugo?
  • El tiempo solo es un camino el cual todos llegamos tarde o temprano. Como morir, el cielo o el infierno. Esas cosas. No soy creyente. Mi familia sí, pero yo no.
  • Es normal que en las familias latinas pase eso y más si sucedió algo tan fuerte como tu caso.
  • Si … supongo. ¿usted tiene problemas?
  • No puedo responder a eso Hugo, el entrevistado eres tú. Solo quiero conocerte y saber por dónde debo ir contigo.

Hugo cerro los ojos y dijo con seriedad.

  • El camino sabrá cuando ambos nos detengamos a caminar Doctora. Como fue la última vez que me bañé. No crea que no percate sus gestos que hizo al verme y olerme.

Anya se ruborizo de la pena y vergüenza por ser descubierta. No todos los días un paciente salía más astuto que uno mismo.

¿o era acaso que la estaba poniendo a prueba?

A veces la mente de las otras personas podría ser un enorme laberinto que no puede tener inicio ni final.

 

IV

  • Antes que terminemos nuestra consulta Hug. Dime algo –cerro su libreta derrotada y lo miro directamente- ¿realmente buscas tener un cambio en tu ser?, porque te siento que estas aquí más fuerza que por tu voluntad.

Hugo sonriendo vacilante y la miro con seriedad.

  • A veces, uno debe checarse todo ¿no lo cree? Los dientes 6 meses, el cuerpo en general cada año y la sangre ni se diga. Por lo que pienso que el cerebro es lo mismo. solo es para poder seguir estando bien.
  • ¿estando bien? –dijo extrañada- pero, comentaste algo sobre una situación delicada con tus tías.

Sonrió sin demostrar cambios aparentes como se encontraba el.

  • Así es. Pero las cosas pasan doc. El destino quiso que me pasara eso. No pude evitarlo, aunque quisiera. Incluso si eso genera cosas horribles como la mía. Por lo que me siento conforme por lo que paso y me sucedió y también lo que me sucederá.
  • ¿Cómo te hace sentir eso y claro que es lo que piensas?
  • Supongo que sabe que aún no se lo diré, pero el pensarlo es sencillo.  Diría un autor americano en su ficción más conocida Doctora:

“todos, queramos o no, estamos atados a la rueda de Gan”

  • ¿Stephen King?
  • ¡CORRECTO!
  • Te gusta mucho leer. Eso es lo que veo y es un buen habitó.
  • Como veo que nuestro tiempo juntos a término. Me hubiera gustado que esto durara más, pero -miro a Anya con tristeza. El motivo, no era claro- ustedes y los psicólogos con sus tiempos. Supongo que tiene más gente que atender. O tal vez podría hacer algo mas…

 

V

La consulta había terminado.

Anya se sentía frustrada por no tener casi nada de Hugo más que lo anotado en su libreta que no podía determinar nada en un inicio como en su carrera le había enseñado. Trato ser amable, no tener sentimientos ante la situación que se podía presentar ante su paciente. Pero era que, Hugo no se dejaba abrir. Se presentó todo momento defensivo y tratando de evitar cosas y en otras respondiendo muy bien. como si fuera el experto en la materia. Por lo que le indico al joven que su cita había terminado y que pasara a ver si el oficial de la puerta estaba ya en la recepción para que le agendara su cita para dentro de ocho días. Pero antes que el joven pudiera salir del cuarto. Volteo a ver a Anya sonriente, no burlona ni forzadamente. Si no que autentica y en algunos casos aterradora.

  • ¿sabe doc?, creo que le responderé dos cosas antes de irme –dejo de agarrar el pomo de la puerta- el primero, sobre mis deseos. Tengo uno, que va relacionado el por qué estoy aquí.
  • Dilo Hug, nunca es tarde para hablar.

Hugo metió su mano en su pantalón negro por la suciedad y sacó una navaja retráctil que mostro amenazantemente a la psicóloga mientras se acercaba a ella como una fiera hambrienta.

  • Es que desde que mis tías me violaron, nació un deseo enorme en matarlas. Un deseo perverso. Su maldad me había corrompido y eso ido pie a que yo cada noche deseara matarlas por lo que había pasado.
  • Hugo, por favor baja eso. – dijo Anya mientras retrocedía y él se acercaba a ella- no hagas algo que puedas arrepentirte después.
  • ¿sabe lo que hice?, lo hice. Mate a las tres putas que me violaron. Y me encantó –sonrió y tajo el aire cerca de Anya- y ese perverso deseo nunca se fue. Por lo que busque maneras de matar gente. En un inicio. Fueron animales. Después los bebes donde trabaja. donde le dije. El hospital. Y después fueron adultos

Hugo estaba a pocos centímetros de Anya, donde el calor y hedor de su ser acosaba a la joven psicóloga que estaba llorando y apunto de gritar. Pero de su garganta no saldría nada. nada hasta ahora.

  • Pero incluso que la gente me descubría. Yo quería más… y creo yo. Que ese es el principal de mis errores y por lo que estoy aquí doc. Es una pena lo que are, porque es muy guapa. Pero ustedes los psicólogos no ligan con sus pacientes y no creo que salga con alguien que perversa con el asesinato de sus ultimo psicólogos.

El joven lamio la mejilla de la temerosa mujer que caería rendida ante el pánico que le generaba aquel asesino. Tenía que llamar al policía de la recepción, o gritar. Pero no podía. Sabía, como antes de dejar entrar a Hugo y de incluso conocerlo. Que algo malo sucedería.

  • No hay en esta naturaleza una pasión tan fuerte como tan demoniaca, como de quien, al borde del acantilado, se sienta en la necesidad e aventarse al vacío.

Anya empezó a temblar y llorar como una niña encogiéndose en sus propias manos.

  • ¿Edgar Allan Poe? – contesto ella con la voz quebrada por el llanto.
  • ¡Correcto! Doc, usted ha sido muy buena lectora. Pero me temo que ya no podremos hablar más de eso…  nunca más.

Y antes que ella pudiera hacer algo más. Hugo le hizo un tajo limpio y recto en la garganta de la mujer dejándola desangrar y apretando su cuello tratando inútilmente de detener el sangrado. Mientras el la observaba y le besaba la frente para después ir rumbo a la puerta.

  • Y creo que no pienso detenerme por ahora Doc. No después de matarla a usted y al poli.

La vio por última vez los dolosos segundos ante-mortem en este mundo.

  • No se preocupe. Tratare que el siguiente que sea mi psicólogo un hombre. Creo que ya quiero experimentar ese lado mío ¿no lo cree? ¿sabe? Me ayudó mucho. Espero lleguen los peritos y la policía pronto. El ultimo que mate estuvo en su consultorio un mes.

Y con esto último Hugo se despidió infantilmente del cadáver de Anya, saliendo del lugar con tranquilidad. Como si lo que su sed de sangre y perversos actos no nunca hubieran sucedido.

Como si el, nunca hubiera teniendo problemas, como si nunca hubiera deseado asesinar.

 

 

 

 

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